Este cuento no es del todo original, está basado en la historia de «La bruja Gertrudis» (aunque aquéllos y aquéllas que conozcáis ese título podréis ver que Sergio ha realizado una versión más libre) 😉
El niño Malabarinsis
Había una vez un niño que se llamaba Malabarinsis. Tenía una casa roja y un hermano pequeño, que se llamaba Recoñaña, que también era rojo (aunque sus ojos eran rosas).
Malabarinsis tenía un problema. Cuando su hermano se tumbaba en el planchador con los ojos abiertos, lo podía ver. Pero cuando cerraba sus ojos y se dormía, Malabarinsis no lo veía y un día le planchó la cabeza.
Cuando Recoñaña dormía en el suelo tampoco lo veía. Un día, Malabarinsis pasaba por el salón, se tropezó con él y se dio un golpe «ojorrocotudo». Cansado de no ver a su hermano, cogió su barita de limón y de jarabe de mortadela y… ¡Abracadé, pim pam fuera! Ahora, Recoñaña era de color rosa. Entonces, cuando dormía en la alfombra, ya si podía verlo. También cuando dormía en la silla. Y cuando dormía en la mesa… ¡Eh, no! ¡Encima de la mesa no está permitido dormir!
Malabarinsis, al día siguiente, fue a disfrutar de una tarde de campo junto a su hermano. El campo era rosa. Recoñaña se sentó y Malabarinsis no lo vio. Al tropezar con él dio mil novecientas seis vueltas en el aire hasta caer encima de los tulipanes de espinas cuadradas. Cuando pudo ponerse de pie, se acercó a su hermano pequeño muy muy enfadado. Agitó, una y otra vez, su barita de limón y de jarabe de mortadela y… ¡Abracadé, pim pam fuera!. En vez de rosa, esta vez convirtió a Recoñaña en un niño de muchos colores: la cabeza era color caldero, los brazos de color cielo turquesa, el tronco verde pistacho, el cuello del color del ámbar y las piernas en verde oscuro. Pero… sus ojos seguían siendo rosas.
Desde ese momento, Malabarinsis podía ver siempre a su hermano: cuando dormía en el suelo, cuando dormía en la alfombra o cuando dormía en la silla del tiburón cebra.Todo iba bien hasta que un día, Recoñaña salió al campo y, jugando, se subió al árbol donde estaban los macacos. Todos los macacos cuando vieron a un niño de colores comenzaron a reírse de él:
- ¡Ehhh mirad, un niño multicolor jua jua jua jua…! – reían los macacos.
Recoñaña sintió muchísima pena. Se bajó del árbol rápidamente y se escondió en el abeto. Malabarinsis fue a buscar a su hermano y lo encontró muy triste subido en ese árbol.
- Recoñaña, pero ¿qué haces ahí? ¿qué te ha pasado? ¿por qué estás triste? – preguntó Malabarinsis
- Los macacos se han reído de mí porque soy de muchos colores – respondió el hermano.
Rápidamente, Malabarinsis lo arregló todo en un plis plas. Volvió a agitar, una y otra vez, su barita de limón y de jarabe de mortadela… ¡Abracadé, pim pam fuera! Y de repente, Recoñaña era de color rojo, la casa de color caldero, el tejado de oro y la puerta de plata.
Ahora Recoñaña ya no quiere separarse nunca más de su hermano Malabarinsis. Da igual donde quiera que esté.
Sergitok Gómez Quinterillo y papá (29 de abril de 2018)