El pulgón Chelo se queda solo

El pulgón Chelo está preocupado porque su amigo Adrián, el bicho bola, está enfermo en el hospital. Muy muy enfermo. Alguien le ha robado el corazón.

– ¿Quién habrá robado el corazón de mi amigo? – se preguntaba Chelo. ¡Tengo que ayudar a encontrarlo! – exclamó.

A Chelo se le ocurrió una idea.

– ¿Y si me subo a un palo gigante para ver si encuentro al malvado que ha robado el corazón de Adri? – pensó el pulgón.

Y así lo hizo. Chelo subió hasta lo más alto del palo. Desde arriba vio una biblioteca municipal. Bajó corriendo y se fue hasta allí para pedirle ayuda al director de la biblioteca.

– ¿Por casualidad no habrá visto a un malvado con un corazón en un bolso? – le preguntó Chelo a Kleiman, el director de la biblioteca.

– Creo que se ha escondido al otro lado de las estanterías de los libros – respondió el director en voz alta.

Chelo, salió corriendo dando grandes saltos, pero el malvado no estaba por ningún sitio. Había desaparecido. Entonces, se dio cuenta que al lado de la biblioteca había un banco. Allí trabajaba Bep, un avispón gigante japonés.

– ¿Has visto entrar en el banco a un malvado que lleva un corazón en un bolso? – preguntó Chelo al avispón.

– Siiiii!! Creo que se ha subido en el árbol que tenemos en el patio de atrás – respondió Bep con mucha rapidez.

El pulgón rápidamente salió al patio, se subió al árbol y allí estaba el malvado. Era un mono muy grande y gordito.

– Ehh!! Dame eso que llevas en el bolso. Ese corazón no es tuyo. Es de mi amigo Adrián que está en el hospital – gritó Chelo.

– Nooo, nunca te lo daré – dijo el mono malvado.

Pero entonces, el mono tropezó con una rama y…. ¡cataploffffff! Se cayó al suelo.

Chelo aprovechó para quitarle el corazón. En ese momento, el mono se convirtió en una piedra congelada.

Con el corazón en la mano, el pulgón se fue corriendo al hospital para dárselo a su amigo el bicho bola.

– Muchas gracias Chelo, me has salvado la vida – dijo Adri emocionado.

Chelo, en ese instante, salió corriendo del hospital y se fue a su casa para leer su libreta de algas rojas. Estaba muy cansado. Solía leer cada dos días.

Sergitok Gómez Quinterillo y papá (11 de marzo de 2018)

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